¿Sabías que hay bares donde el dominó es el juego oficial? Se puede jugar de varias formas: en parejas (como en el truco), "chamelo", "chamelo cruzado" o al "chancho". En la Plazoleta Mitre, todavía quedan bares donde se juega al dominó, al billar y al ajedrez. "Acá nos entretenemos los viejos, pasamos el día: no nos hacemos mala sangre por la jubilación mínima y nos olvidamos de los problemas con un dominó chamelo", explicó Julio Auteri, mientras le servían un café en una mesita.
En avenida Mitre casi Santa Fe, en las mesas de la vereda del bar no se apoya nunca un café. La mesa es para el dominó. Casi a toda hora del día, los jugadores -la mayoría jubilados- castigan las fichas contra la mesa. Como una ventana a la Plazoleta Mitre de antaño, poblada de confiterías y billares, los "cafetines" tucumanos se resisten al paso del tiempo. El movimiento no decae, sea feriado o paro general. "La ciencia no conoce de paros ni feriados".
¿Qué es el dominó para ellos? "El juego es la gastada con los amigos, la pausa para dejar de pensar en los nietos y en la familia y relajarse un poco. A los viejos es lo que los mantiene vivos", definió Héctor "Cata" Chiapponi. El "Cata" se vino a estudiar a la provincia desde su Andalgalá natal a los 16 años, según contó, para estudiar. Se recibió de profesor de educación física y sigue ejerciendo. "Estoy acá ahora porque hay paro, si no vengo después de las 19. Organizo torneos de dominó cada tanto, y se llena: hay más de 80 jugadores por competencia. Te dejo porque ahora juego y cuando se juega no se habla, es regla", soltó Chiapponi mientras corría a ocupar una mesa.
"Acá lo menos que nos decimos es 'carnero'. Por insultarnos en el juego, se embroman los animales: no es culpa de ellos que los comparemos con algunos de acá. Todos tienen cuernos", siguió dando charla Auteri, mientras acomodaba las siete fichas de un sólo movimiento. ¿Por eso es que es alto el techo? "Acá hay algunos chivos viejos, changuito", concedió.
"Preguntá entre mano y mano"
En una de las cuatro mesas de la vereda, Miguel (66 años), León (77), Alberto (66) y Oscar, el "Yacaré"
(78), empezaron una partida. Hay varias formas de jugar, explicaron. Ellos juegan "cuarto en parejas", pero
también puede jugarse al "chamelo", "chamelo en cruz" o al "chancho". El chamelo es individual, y si las fichas no son del agrado del jugador, uno puede pasar la mano. En su variable cruzada, cada jugador descarta fichas en una hilera individual. "Te respondemos todo lo que quieras,
pero preguntá entre mano y mano". El cuarto en parejas se juega de a cuatro, dos contra dos. La diferencia
con el truco es que no se puede hablar ni hacer ninguna seña para indicar qué juego se tiene.
"Al dominó decimos que lo inventó un mudo: no se puede abrir la boca en el juego, cualquier seña puede ser una trampa para indicar que fichas se tienen", comenzó la explicación Miguel. León, su compañero, y Alberto apenas hicieron comentarios para completar el relato de Miguel. El "Yacaré" no habló. Se limitó a fumar cigarrillos con sus dedos amarillos.
"Desde los 16 que ando por bares y billares. Tengo 50 años de confiterías", describió Miguel, jubilado como empleado de comercio. Comenzó a jugar en 1990, y lo que empezó como un hobby se convirtió en una forma de vida. "Hace bastante que he aprendido este juego que es fantástico, porque el dominó es de inteligencia, de estrategia. Permite mejorar la calidad de vida de la mente, porque ocupamos la cabeza y nos mantiene filosos".
Unos 2.000 cafés deben pagarse hasta dominar el juego, comentaron. Algunos aprenden más rápido, dijeron, porque juegan hasta con 15 cafés por día. "Las fichas no pueden andar tocándose. Acá hay códigos, este es un juego muy exquisito", interrumpió Alberto. Sólo porque pasaron al frente y ganan 21 a 15. "Acá nos cobran el juego a $8 por hora. Hay otros que prestan el dominó, pero cobran caro el café y es obligatorio consumir", agregó. "Forma parte de nuestra cultura, pero, como todo, se va perdiendo. El dominó se va perdiendo, igual que los carnavales. El Tucumán de antaño sobrevive acá, aquí se ven los restos de una época". Los billares, las mesas de ajedrez y de dominó se fueron perdiendo, contaron. La plazoleta Mitre de sus años mozos también se está perdiendo.
Cafetín tucumano
"Yo soy un personaje de bares, pero que no miente, vení que te cuento", llamó Pepe hasta su mesa. No quiso dar su apellido para no recibir reclamos de su esposa. "La magia de los cafés no la ven las demás generaciones porque no la vivieron", y recitó un tango de Enrique Santos Discépolo y Mariano Mores. "Los tangos te enseñan a vivir".
Cómo olvidarte en esta queja,
cafetín de Buenos Aires,
si sos lo único en la vida
que se pareció a mi vieja.
En tu mezcla milagrosa
de sabihondos y suicidas,
yo aprendí filosofía, dados, timba
y la poesía cruel de no pensar más en mí.
"En los cafés de antes queda la magia. Nunca pude hacer que mi hijo venga a conocer a mis amigos. En estos lugares no hay recambio, son pocos los nuevos que se enamoran", lamentó Pepe, maestro jubilado. Calificó como golpe al cierre del bar "La Presentación" (Marcos Paz y Mitre): "todos los parroquianos que ves aquí son de ese bar". Pepe empezó a hacer vida de bar cuando comenzó a estudiar, durante el secundario. Entre mesas de galanes aprendió billar, dados y a "conocer amigos". "No se puede dejar el café, veo a mis amigos de aquí todos los días. Eso no pasa con mis hermanos". La magia del barrio, dijo, se va perdiendo mientras se se va una generación.